LA BATALLA DE LOS NONUALCOS
Es como se titula el mural de 37.5 x 3 metros
que se encuentra en pleno proceso de elaboración en Santiago Nonualco, contiguo a la Parroqui de Santiago Apostol . Obra a
cargo de los artistas Herber Orellana y Antonio Ramírez, contando con el apoyo
de Henry Hernández- alumno del taller de arte de Santiago Nonualco.
Vayan nuestras más sinceras felicitaciones al
párroco del lugar Sr. Felipe Lopez por su iniciativa de rescatar la historia de nuestra nación y
con ello contribuir al crecimiento del acervo de la comunidad y proyectar la
historia de una nación y su cultura a través de las artes.
Un llamado para la reflexión. Que no se pudiera hacer, si cada salvadoreño
toma conciencia que El Salvador es de Todos, y aportara un mísero centavo que
recoja en la calle para el desarrollo de proyectos socioculturales.
Algo de nuestra
historia que quizá no conozcamos muchos.
Antecedentes
Después de la declaración
de independencia de las provincias del Reino de Guatemala en 1821, se formó la República
Federal de Centro América (1824), que tuvo una
difícil existencia. Los encuentros entre liberales y conservadores, entre los
caudillos locales, la falta de recursos y una organización precaria, entre
otros, eran caldo de cultivo de violencia a lo largo y lo ancho del istmo.
La necesidad de llevar recursos al Estado obligaba a aplicar una
serie de medidas económicas que eran de total desagrado a las mayorías, entre
ellas los tributos y expropiaciones. Esta última, especialmente, golpeaba a los
indígenas que durante la
época colonial al menos tenían asegurada una parcela de tierra. Así, este
grupo, que ya desde los primeros años de la llegada de los españoles se
encontraba en desventaja dentro de la organización social, lo estaba aún más
debido a la agitación de los primeros años de independencia.2
El gobierno de El Salvador tuvo que
implementar medidas antipopulares en 1832, tales como una
contribución directa sobre la propiedad inmueble y la renta. También el
constante reclutamiento forzoso era de desagrado general. Todo esto dio paso a
que el descontento se desatara, dando lugar a la proliferación de alzamientos
populares y asaltos a cuarteles. Una de las principales rebeliones ocurrió en San
Miguel, pero acaecieron otros intentos en Chalatenango, Izalco y Sonsonate que fueron controlados.3
La rebelión
Fue en Santiago Nonualco donde se realizó
el principal alzamiento a comienzos del año 1833 encabezado por
Anastasio Aquino, quien exhortaba a desobedecer al gobierno. A finales de
enero, el caudillo logró reunir un ejército de proporciones suficientes para
presentar batalla. Es probable que reuniera unos 3.000 hombres.4 El comandante de
la vecina ciudad de San
Vicente, J.J. Guzmán, recibió órdenes de sofocar la rebelión, pero en
el primer intento terminó emboscado. Otro ataque, realizado el 5 de febrero, también fracasó. Al
tener noticia de esta última derrota el comandante Guzmán huyó.5
Mientras tanto, en la ciudad capital de San Salvador, el jefe político Mariano Prado, al verse incapaz de
sostener la situación, depositó el poder en el Vice Jefe Joaquín San Martín.
Este nombramiento provocó descontento entre las filas militares, por lo que la
tropa abandonó la ciudad. La localidad quedó sumida en el caos, y el mismo San
Martín tuvo que resguardarse para salvar su vida.6 Por su parte,
Aquino no recibió las noticias del desorden que reinaba en la capital; de
haberlo conocido, la ocupación no hubiera sido difícil.6 Con sus tropas
acantonadas en Zacatecoluca, decidió partir a la
vecina San
Vicente el día 14 de febrero. En este lugar los
vecinos de la ciudad se apresuraron a resguardar todo objeto de valor. Con dos
tropas —una al mando de su hermano y otra de un amigo— arribó la madrugada del
día 15 bajo condiciones amigables pues los habitantes prefirieron no
enfrentarlo.
El rebelde tuvo la intención de quemar la ciudad por haber
recibido desde allí los primeros ataques, pero desistió ante la intervención de
un antiguo amo para el cual había servido.6 Aquino fue
nombrado por sus parciales como Jefe Político de San Vicente, pero ni con esto
impidió un saqueo general a la ciudad. De acuerdo a la tradición popular,
Aquino se dirigió a la Iglesia de El Pilar y, después de quitarle la corona a
la imagen de san José, se la colocó en su
propia cabeza y se proclamó como Rey de los Nonualcos.7 Asimismo, en Tepetitán se le proclamó
"Comandante General de las Armas Libertadoras",7 y emitió su Decreto de Tepetitán el 16 de febrero. El pequeño código
regulaba con duras penas el homicidio, robo y vagancia, entre otros; además,
tenía un apartado para la protección de las mujeres casadas o recogidas,
una sección notable por la situación de desventaja en que se encontraba la
mujer en esa época.8 Por otro lado,
el Gobierno trataba de llegar a un acercamiento con el sublevado para que
depusiera sus armas bajo la intermediación de dos sacerdotes: uno de ellos, de
apellido Navarro, tuvo contacto con Aquino, sin obtener resultados.
No obstante, las autoridades lograron reunir un ejército para
enfrentar a Aquino, agregándose a las tropas habitantes de San
Vicente, con la intención de vengar el saqueo. Uno de los comandantes,
el Mayor C. Cuellar, quiso enfrentar por sí solo al rebelde, pero salió
derrotado. De acuerdo al folclore, Aquino se le
abalanzó al grito de "treinta arriba, treinta abajo, y adentro
Santiagueños" que probablemente se refería al lugar que ocupaban sus
tropas al momento del ataque.
Fue la mañana del 29 de febrero que se libró la batalla
decisiva en Santiago Nonualco entre las
fuerzas gubernamentales y los rebeldes, quienes se presume estaban siendo
diezmados por una enfermedad. Aprovechando la situación, el coronel J. López
mandó un ataque general que dispersó a los insurrectos, pero no se logró la
captura de Aquino.
Para atrapar al rebelde, se propuso perdón a las vidas de
quienes revelaran su paradero. A pesar de que hubo negativa de sus parciales,
hubo alguien que lo traicionó y logró ser capturado el 23 de abril. Aquino sería
trasladado a Zacatecoluca donde fue juzgado y
condenado a muerte. En la ciudad de San
Vicente se ejecutó la pena por decapitación. La cabeza del
insurrecto fue colocada en una jaula con el rótulo: "ejemplo de
revoltosos".
Wikipedia.
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