jueves, 14 de enero de 2010

CENTRO ESPAÑOL INVITA

El Centro Español y la Galería de Arte Humberto Saravia, se complacen en invitar a la Exposición: “Grandes Maestros en Artes Visuales de El Salvador” ,este próximo jueves 14 de enero a las 6:30 p.m. en el Salón Cultural del Centro Español, La entrada es completamente libre.


René Chacón
Gestor Cultural.
Centro Español
(503) +22637574


miércoles, 13 de enero de 2010

SIN RECLAMAR A NADIE- POEMA DE ROBERTO RODRIGUEZ

Aquí estoy, solo, arriba, en la azotea.
Si, solo con mis pensamientos.
Y aunque no es hora de vivas ni lamentos,
preciso una tregua, cuando mi paz, revolotea.

Son esos momentos imprevistos,
cuando mis pensamientos buscan arriba,
sin darse cuenta que ni uno y otro, ambos van a la deriva.
Por eso digo, repito, no lamento, pero me resisto.

Ayer paso, y el presente me exige
ser cada día mejor de lo que fui y no me dice
como ni cuando, pero siempre me corrige.

Son angustias, momentos quizás donde vagar
es extremadamente necesario, pero jamás,
jamás recomienda a mis pensamientos reclamar.

Roberto Rodríguez
Derechos reservados.
Enero 13, 2010.

miércoles, 6 de enero de 2010

Y A VOS QUIEN TE ENTIENDE-POR DAGO

¿Y a vos quién te entiende?


Once años tenía tu independencia
cuando ya el indio nonualco,
que no entendió nada de esos asuntos protocolarios
se alzaba en armas
(si armas se le puede llamar a las lanzas de nahuizcoyol
que se enfrentaba a las armas de fuego de tus enemigos)

Aquino no se dio cuenta del desorden
que en la capital causó su levantamiento
que si no
el gobierno de Prado
no hubiera hallado para donde volar
(porque en ese tiempo
Miami todavía no era refugio de esbirros y lacayos)

Aquino no sabía ni leer ni escribir
de lo contrario
lo hubieran acusado de comunista
aún cuando Marx ni soñaba por escribir El Capital
(que no te quepa duda que lo hubieran acusado
porque para denigrar un movimiento genuino
los enemigos del pueblo se inventan de todo)

Cien años más tarde
ya las letras habían llegado a algunos de tus barrios y cantones
y con las letras llega el conocimiento
y los pobres entendieron el porque eran pobres
y no sólo eso
también entendieron a Marx
y el gobierno
que les había dicho: "de ese árbol no comerán"
se ensañó en contra de ellos
(porque no les pareció correcto
que al comer del árbol de la ciencia
quisieran convertir en historia, las cadenas
y por eso se echaron
a treinta mil de los tuyos)

Un fusilado
milagrosamente salvado
se ocupó de regar su memoria por todos lados
(es que no le entró ni una bala
porque era de Mármol acorazado)

Como que la espinita del treinta y dos
no te dejaba en paz
y quizá por eso fue
que más o menos cincuenta años después
te volviste a encachimbar
y como los cinco dedos de una mano
estirados hacia todos los rumbos
tu territorio nacional comenzó a temblar

¡Ah, paisito mío!
sos chiquito, pero sos bravo

Y aquí si que estuviste más cerca de voltear la tortilla
y quizá por esa razón te entusiasmaste tanto
que firmaste los acuerdos
la euforia fue inmensa
la alegría duró poco
los asesinos de los jesuitas se ensancharon en el gobierno

Diez y siete años más tarde
te vuelve el alma al cuerpo
ahora tenés un nuevo presidente
que al igual que vos: ¿quién lo entiende?
porque después de ganar se pudo ver claramente
quienes eran los que lo habían apoyado
(desde El Salvador del Mundo
hasta Catedral, y otros lados,
todo era un mar de gente)

Y te aseguro que te volviste a poner contento
y dijiste: "hoy si me llegó mi turno,
y de este macho no me apeyo"

Pero luego viene el vicepresidente
y dice un par de cosas
que luego el mismo presidente desmiente
y ahora despide a un funcionario
que sorpresivamente
un sindicato defiende
y uno se pregunta:

¿Que no son tantas ya demasiadas complicaciones?
ya sólo porque te llamás "El Salvador"
no quiere decir que tenés que revivir ese calvario del Gólgota
ni dejarte crucificar cada vez
que a alguien que se cree importante
le parece

Paisito mío
mira los vientos del sur
y decídete de una vez y por todas
a no andar con cuentos
acordate que sos encachimbado
y que cuando se te mete el indio
(ojala sea Anastasio)
sabes como cambiar el escapulario
por lo que más conviene.

martes, 5 de enero de 2010

LA NOCHE Y EL ABUELO- POR DAGO

Es la noche
cómplice y compañera
tímida en las noches sin luna
extrovertida en noches de estrella
alegre en los ruidos de las fiestas
y triste en las lágrimas de los dolientes.

Es la noche la que cobija y la que besa
la que oculta y protege

Cipitío.

La noche apretó los dientes, cerró los ojos y aturró la cara mientras se deslizaba por el tejado de la casa. La bajada por las paredes abrigadas por la hiedra le costó un poco más porque no había escalera. Ahí, la noche se rompió las naguas y pedacitos de oscuridad se fueron quedando trabados entre el montón de hojas puntudas y secas que apuntaban hacia el cielo.

Descansó un rato en el patio antes de decidirse a entrar a la casa, porque no sabía si adentro sería bien recibida. De sobra sabía que la llama de los candiles le causaban un leve cosquilleo y que ella, con su risa, casi los alcanzaba a apagar. Para desquitárselas se pasaba los dedos pulgar e índice por la lengua y luego, con esos mismos dedos llenos de un líquido más negro que la ausencia, restregaba la llama y la untaba de un tile negro negro que se quedaba prendido en las paredes y techos como garrapatas.

En algunos hogares, la noche se deleitaba con los cuentos que los más viejos palabriaban a sus hijos y nietos. Atenta a cada gesto, tanto del que contaba el cuento como de los que los oían, la noche colaboraba para hacer de cada cuento una experiencia inolvidable. Decía el abuelo: "Venía un hombre a caballo por el camino real, y antes de llegar a la quebrada...", y la noche se quedaba en un silencio profundo profundo que tal parecía que las palabras del abuelo eran el único sonido en el universo.

En alguna parte del cuento el abuelo dijo: "... se le apareció un animal con unos colmillos grandes y unos ojos que despedían fuego...", y la noche aprovechó el momento para puyar con un chirivisco puntudo a todos los perros que estaban cerca y éstos comenzaron a aullar como almas en pena. El aullido de los perros se arremolinó entre los cipotes y éstos lo rayaron todo con las puntas de los pelos erizados por el miedo. En momentos como esos, la noche le apachaba un ojo al abuelo, para que este siguiera con el cuento.

El abuelo, que no sabía ni leer ni escribir las letras de sus nietos, se sabía estas historias de memoria porque las había oído de sus abuelos y porque también, en más de alguna ocasión, le había tocado participar en alguna de ellas. La necesidad lo había empujado en muchas noches de insomnio a hacerle surcos a la noche con sus dedos y ésta, conociendo su secreto, guardaba todos sus garabatos en una matata para devolvérselos cuando la necesidad apremiaba. Entre la noche y el abuelo se formó una amistad que no se consigue tan fácil entre dos seres humanos: la noche le escondía las lágrimas que en raras ocasiones se le escapaban de sus ojos negros; con una delicadeza sublime le ponía lienzos de aire tibio en la frente y le peinaba sus cabellos; y para que durmiera tranquilo le enseñaba una estrella que estaba colgada en el cielo y en la cual había muchos cipotes esperando sus cuentos.

Despenicados por todo el cuarto los cipotes escuchando al abuelo, se iban arrastrando para estar más cerquita uno del otro y evitar así que el miedo se metiera mucho entre medio de ellos. Abuelo y noche percibían esa estrategia y arreciaban con lo más espeluznante del cuento. El abuelo decía: "... del hocico de aquél animal negro se desprendía una baba espesa que llegaba hasta el suelo...", y en esos momentos el abuelo recogía toda la saliva que tenía en la boca y la escupía cerca de él. " Y CATAPLÁN" decía el abuelo, al mismo tiempo que aplastaba con su pie derecho el charco de saliva todavía fresco. A algunos de los cipotes los ojos se les escapaban a salir, a otros el corazón les daba un vuelco, y a los menos valientes una humedad no muy placentera se les rejuntaba en el asiento.

"La fiera se tiró sobre el caballo del hombre..." fue la señal del abuelo para que la noche puyara con un hierro caliente al caballo del abuelo que descansaba a pocos metros de distancia. El caballo relichó violentamente como volcán que hace erupción de repente, tiró un par de patadas que le pegaron a un palo de anonas que estaba cargadito. Un par de anonas se desprendieron del palo y al caer causaron un ruido que asustó más al caballo y a los cipotes. A estas alturas los mentados cipotes se habían rejuntado de tal forma que parecían un puñito de sal colocado en el suelo.

La noche vio una mancha húmeda en el suelo que no era la escupida que hacía ratitos había tirado el abuelo. Se acercó para huelerla y comprobó que a uno de los cipotes se le había roto el valor y que su miedo había dejado huella. Se untó el dedo y se lo pasó al abuelo por la nariz para que éste supiera a que nivel estaba llegando la capiazón en la cual tenía a los cipotes, y antes que éstos descubrieran que el tufo provenía de uno de ellos les dijo: "...mientras la fiera descuartizaba al caballo, al hombre se le aguadiaron las patas y al tratar de correr se cayó varias veces, pero nunca en la quebrada, de modo que lo mojado que llevaba atrás del pantalón era de él". Y para tratar de reivindicar al cipote del miedo roto les siguió diciendo: "Ahora vaga ese hombre por todos lados, de pueblo en pueblo, y dice la maldición que cada vez que se cuente su historia, éste hombre se acercará al más valiente para dejarle la misma huella...".

La noche y el abuelo se hicieron los desentendidos para que cada uno de los cipotes tuviera la oportunidad de comprobar con disimulo si había sido él el elegido por el hombre del cuento. El cipote que desde hace rato no hallaba ni como cruzar las patas para disimular lo pegajoso de una masa, semilíquida y semisólida que le apareció en el pantalón en lo mejor del cuento, no escucho la parte de la maldición del relato del abuelo y en medio del tufo y de la pena se puso rojo rojo cuando los demás se le quedaron viendo después de comprobar que ninguno de ellos tenía la maldición del hombre que andaba de pueblo en pueblo castigando a los valientes que se atrevían a escuchar su historia.

En medio de temores y vergüenzas y de colores que se le iban y venían, y aplastado encima de su cobardía este cipote no entendía como los demás lo miraban con cierta admiración. La abuela, quien había gozado todo el espectáculo como si hubiera sido la primera vez, se convenció una vez más que la decisión de haber escogido a este abuelo por compañero había sido la mejor de su vida. Con el amor que siempre le caracterizaba, la abuela se levantó de la mecedora y sin decir palabra alguna recogió al cipote manchado y lo llevó a la pila para lavarle. "Estoy orgullosa de vos" le dijo con voz pausada, mientras le tiraba una guacalada de agua fría en las nalgas y agregó: "ahora ya puedo dormir tranquila, ya se quien me defenderá de los espantos y de los sustos".

Llegó la hora de dormir. La noche apagó los candiles con un beso y vio como cada uno de los cipotes se acomodaban en la oscuridad de sus camas. Solo uno de ellos estaba con los ojos bien pelados y el pecho descubierto y con una cara donde se dibujaban dragones vencidos en batallas de espadas y de fuego. Poco a poco la cobija fue cubriendo este pecho y la noche fue extinguiendo el fuego y guardando las espadas que quedaron regadas por el campo de batalla. Nietos y abuela se regocijaban en los brazos de un sueño placentero.

El abuelo se quedó con la noche un ratito más y le agradeció su presencia y sus atenciones. Con sus dedos hizo garabatos para hilvanarle los hilos rotos que la noche se había hecho cuando se atravesó el cerco para ir a puyar al caballo y a los perros. Esta vez no hubo ni lágrimas perdidas ni lienzos tibios porque el final del cuento había sido feliz y el cansancio del cuerpo era merecido y placentero. La noche le dio un beso en la frente y se despidió diciendo: "el cielo es un espejo grande del cual se cuelgan muchas estrellas, la que yo te enseñé: es tu reflejo".

.

UNA MAÑANA DIFERENTE- POR WILFREDO MARMOL AMAYA

(A Daniel Joyas y Herberth Aparicio)

Pasaran los días,
las horas,
el tiempo es sólo unidad
de medida.

Las memorias son las imperecederas,
y la vida de nuestros muertos
viven en los recuerdos
de los vivos.

Mañana seremos hojarasca,
abono fértil
salpicada de ejemplos
para los que nos siguen.

Ojala y sean llenas de orgullo
de un mejor país, con justicia social
democracia económica, política
y agraciadas de felicidad utópica
con la que soñaron nuestros ancestros.

Que así sea

lunes, 4 de enero de 2010

UNA INVITACION DESDE EL PULGARCITO


En el marco de la celebración del DÍA DE REYES, el próximo jueves de 7 de enero, a las 18:30 horas, en el Teatro del Centro Español, el Ballet Teatro de Mauricio Bonilla presenta “El Cascanueces” de P. Tchaikovsky. (Extracto de la obra) “El Cascanueces” se ha convertido quizá en el más popular de todos los ballets. Es un cuento de hadas-ballet de Piotr Ilich Tchaikovski, compuesto en 1891–1892. Tchaikovski puso música a la adaptación de Alejandro Dumas del cuento “El Cascanueces y el rey de los ratones“. “El Cascanueces”, ambientada en la Alemania de finales del siglo XIX, consolidó a Tchaikovsky como el más importante compositor de música para ballet, famoso, además, por obras como “El Lago de los Cisnes” y “La Bella Durmiente”.En el Centro Español es toda una tradición celebrar el día de los Reyes Magos en el cual consiste hacer un recorrido en cabalgata hasta el Hospital de niños Benjamin Bloom y luego el Hogar de niños San Vicente de Paúl para entregar juguetes a los niños. La entrada es libre, y esperamos contar con su asistencia.