miércoles, 4 de noviembre de 2009

SOBRE LOS NIÑOS DE LA CALLE

Existen al menos 18 millones de niños de la calle en la India, 40 millones en América Latina y cerca de 100 millones en todo el mundo. Hay niños que nacen y mueren en las calles a causa de la pobreza, el abandono, o la desestructuración familiar (provocada por el abuso psicológico o sexual, o el alcoholismo). Todos ellos demuestran una falta importante de afecto ante una sociedad que los margina.

Ningún niño escoge la calle

Hay que diferenciar entre el niño que pasa su tiempo en la calle y el niño que vive en la calle.

Existen, lo que se conoce como “niños en la calle”. son buena parte de esos los niños de la calle mantienen algún vínculo familiar y sobreviven robando, pidiendo limosna, vendiendo periódicos o limpiando zapatos para ayudar, de esta manera, a completar los ingresos de sus familias.

Sin embargo, otros muchos han roto con todo vínculo familiar y hacen de la calle su modo de vida: los conocemos como “niños de la calle”. Se trata de menores que viven en grupo con otros chicos, entorno a la figura de un líder, y se apoyan en la prostitución y los pequeños hurtos para sobrevivir. La voz del pueblo ya ha establecido esta diferencia. El verdadero niño de la calle se llama “facman” en Senegal y “katmis” en Madagascar, término de desprecio que evoca asociaciones como “delincuencia”.

¿Por qué están en la calle?

Los niños de la calle han cortado todo contacto con su familia. No es cierto que no tenga familia. Simplemente ya no la tiene en cuenta. Esto puede ser debido a varias causas, la causa más frecuente es la disolución del núcleo familiar: muy a menudo, el cabeza de la familia es muy móvil. No duda en desplazarse para buscar un trabajo y a rehacer su vida a decenas o centenares de kilómetros del hogar. Abandona a la familia, aparece una nueva esposa (o un nuevo esposo). El niño o la niña rechaza al padrastro o a la madrastra, lo que les lleva a usar la fuerza, pegándole con frecuencia. Entonces el menor huirá. Esta es la
primera causa y el caso más corriente.

La segunda causa está constituida por la miseria: Una familia demasiado numerosa, una sequía, una calamidad natural, y ya tenemos a una familia en vía de disolución. El marido rehúye de sus responsabilidades y se marcha a la ciudad. Un día, la madre ya no puede más y hace lo mismo, dejando a los niños a la abuela, o llevándoles con ella a la ciudad. Para sobrevivir, mendigará o se prostituirá. Es probable que un día la abuela también llegará a la ciudad con todos los niños, porqué ya no puede alimentarlos.

La tercera causa es la guerra. Se pueden dar las tres condiciones a la vez, siempre se llegará al mismo resultado. Poco a poco el niño o la niña perderá el contacto con su familia, abandonado en la gran cuidad. Ya no es el niño o la niña de tal o de cual, simplemente es un niño de la calle.

La mayoría son adictos a las drogas

En Estados Unidos y en Europa es la cocaína; para los niños y niñas de la calle en Centroamérica es algo mucho más simple pero igual de mortal. Pegamento para los zapatos. Narcóticos de base solvente, fácilmente disponibles. Y baratos. Estos solventes -tollueno, ciclohexano, etc.- llegan a una parte del cerebro de los niños y niñas suprimiendo las sensaciones de hambre, frío y soledad. Pero también hace que sus cerebros se desvanezcan, causando daños irreversibles e incluso la muerte repentina. La compañía que los produce ganas millones con ellos.

Según los datos de UNICEF, hay unos 40 millones de niños de la calle en América Latina, y más de la mitad de ellos inhalan pegamento de base solvente. En total, 20 millones de clientes que consumen alrededor de 20 millones de galones de pegamento al mes. Eso sí que es “un gran negocio”. Y los mayores productores son multinacionales estadounidenses.

¿Oportunidades?

Prisión, prostitución, esclavitud, violencia y muerte son los destinos más habituales que aguardan a los niños de la calle. En Europa (por ejemplo en Bulgaria), las bandas de skinheads cometen ataques racistas contra los niños de la calle rumanos. En muchos casos han nacido en sociedades castigadas por la brutalidad de la guerra: Angola, Liberia, Guatemala, El Salvador, y por lo tanto han crecido rodeados de una violencia que tratan de imitar.

Antiguos soldados que han asumido la violencia como una conducta normal y pasan a formar parte de los batallones policiales que se encargan de limpiar las calles de los sin techo. La brutalidad policial está rigurosamente documentada en muchos países, sobretodo en América Latina. Los niños de la calle se convierten así en un objetivo fácil: son el blanco perfecto para justificar la espiral de violencia que ha provocado la progresiva desintegración social.

Pero los asesinos uniformados de los niños de la calle no son los únicos responsables. La asesina más eficaz de estos niños es la indiferencia. Cerca de un millón de menores (sobretodo niñas) ingresan cada año en el mercado de la prostitución infantil, para sobrevivir o colaborar con la economía familiar. El turismo sexual se ha convertido en una industria que mueve billones de dólares. En Mauritania y Sudán, los niños pueden comprarse como esclavos por poco más de 15 dólares.

Impunidad

Mientras muchos de estos niños son asesinados o torturados a diario, sus asaltantes viven en la impunidad. Oficiales corruptos, respaldados por la policía militar y los servicios de seguridad (con la estrecha colaboración de un sistema judicial que no penaliza a los máximos responsables de estos abusos) tienen vía libre para ejecutar su voluntad asesina. Y en el mejor de los casos, si los niños no son asesinados, vivirán los efectos de un daño físico y psicológico, poco menos que irreparable.

El futuro

La existencia masiva de niños y niñas de la calle no hace sino poner de manifiesto la apatía e incapacidad de los políticos para gestionar conflictos. La Convención de Naciones Unidas sobre Derechos del Niño, ratificada por todos los países excepto dos casos lamentables (Estados Unidos y Somalia) recoge en su artículo 39 que “los estados partes adoptarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física, psicológica y la reintegración social de todo niños víctima de cualquier forma de abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y reintegración se llevará a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí mismo y la dignidad del niño”. Todavía hoy miles de ellos continúan muriendo cada año. Y sin embargo, aún hay ejemplos para la esperanza: En Luanda, Angola, se fundó una escuela para niños y niñas de la calle en 1991. En Centroamérica, Casa Alianza, está trabajando para internacionalizar el perfil de los niños de la calle a la vez que favorece su rehabilitación. Todos los estados deberían establecer planes de acción al respecto, como la publicidad y el cumplimiento de los artículos recogidos en la

Convención sobre Derechos del Niño o creando ministerios específicos de atención para niños y adolescentes.

Menores inmigrantes desamparados en España

Por supuesto, España no es una excepción a la cruda realidad que padecen los niños y niñas de la calle. Desde que en 1997 se detectaron en Barcelona los primeros casos de niños inmigrantes en situación de desamparo, el número de menores que viven y duerme en las calles españolas no ha parado de crecer. Se trata mayoritariamente de menores varones, de procedencia magrebí que llegan a nuestro país sin un referente familiar adulto, con un proyecto laboral concreto y dispuestos a ganar dinero rápido para poder ayudar a sus familias.

Sería un error considerar que se trata de niños de la calle en sus países de origen ya que ha sido la situación de marginación en los países de acogida la que ha provocado su exclusión. En este caso los menores tienen a su favor una ley que va por delante de las necesidades y que es inequívoca al respecto: “una persona menor de edad que se encuentre en territorio español, sin referentes familiares adultos, deberá ser declarada en desamparo y amparada, tutelada y documentada por los servicios de atención a la infancia de la comunidad autónoma correspondiente. Entendiendo que el desamparo es una situación de hecho, que la tutela debe hacerse de forma inmediata y de manera efectiva y que ha de usarse toda la diligencia necesaria para conseguir la documentación y regularización del menor”.

No se trata, por lo tanto, de reivindicar unas leyes más justas sino de crear el marco necesario para que se cumplan las vigentes. En su informe para el año 2002, Human Rights Watch ha denunciado que, en algunos casos, los niños marroquíes inmigrados a España han sido golpeados por la policía y maltratados por el personal y otros niños de centros de acogida hacinados e insalubres. España también expulsa sumariamente a niños de hasta once años de edad a Marruecos, donde la policía marroquí los golpea, maltrata y abandona en las calles. En muchos de los casos investigados, los organismos encargados de proteger a los niños (la policía y las Consejerías de Bienestar Social) eran el origen de los abusos.

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